Viernes, 19 de Abril del 2024

Todas tontas

Antonio Yagüe
02/04/2017 . 14:48

Sigue campando un machismo trasnochado en los banquillos. Para tratar de relegar a la mujer o por pura hipocresía.

Ana Mato pasará a los anales de la historia por no haberse enterado de la procedencia del cochazo que su esposo aparcaba junto al suyo cada día. Tres años después, hemos visto atónitos cómo Luis Bárcenas argumentaba que su mujer, Rosalía Iglesias, tampoco se enteraba de nada para intentar dejarla al margen de la trama Gürtel. Y nada menos que la infanta Cristina de España, tercera en la línea de sucesión de la Corona durante años, asumía que no era capaz de enterarse de los negocios de su esposo, Iñaki Urdangarín.
    La penúltima del Club de las Esposas Que no se Enteran (CEQUE) ha sido Marta Vallés, la de Félix Millet. No sabía que el dinero del que disfrutaban saliera del Palau. El suma y sigue parece garantizado sobre todo cuando hay una posible condena por medio. El recelo asalta hasta los más cortos de entendederas: han llegado a ocupar altísimos cargos, son administradoras y firman cuentas, pero no se enteran de nada. O sea, que en casa son una especie de florero.
    Atestiguan los historiadores de las cruzadas que ya en el siglo XIII, todo varón casado que quisiera ir a ellas para liberar los Santos Lugares o cambiar de aires, necesitaba el permiso por escrito de la esposa en pergamino oficial. Por no hablar de matriarcados prerromanos, en los que las mujeres eran amas, esposas y madres del pleno derecho de entonces.
    Contaban en mi pueblo que una vez fue visitado por el corregidor. Quería saber quién mandaba en cada casa y  obsequiaba con un caballo donde quedaba claro que era el hombre y con una vaca si gobernaba la mujer. En la última casa, el alcalde se lanzó: “ Aquí  mando yo, por supuesto”. “Por fin voy a dar un caballo”, se regocijó el gobernador. Pero, tras escuchar a la esposa, ordenó al alguacil: “Para, para… dejad aquí también una vaca”. Cosas de la sociedad rural con sus eternos estereotipos e ironías.
    Siglos después sigue campando un machismo trasnochado en los banquillos. Para tratar de relegar a la mujer o por pura hipocresía. La justicia debería reprobar esos argumentos inveraces y manoseados sin pudor por abogados, políticos y jerarcas. Y sancionar a quienes los usan para tratar de conmutar penas. Como si todas y todos fuéramos tontos.

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