Con esta finalidad se dio la oportunidad al visitante de acceder a todos los principales edificios del pueblo, iglesia, ermitas y museo de las escuelas, que abrieron sus puertas.

A la hora de comer se ofreció una paella y, por la tarde, los Dulzaineros de la Pinocha amenizaron la llegada de las mascaradas y botargas que iniciaron su recorrido por las calles de Luzón. Siniestros seres sembraron de incertidumbre y extrañeza las calles del pueblo. Personajes con sombreros negros y barbas blancas, grandes y largas, llegados del norte; otros con la cara cubierta con lana de oveja que dejaba entrever apenas sus intrigantes máscaras rojas; cuernos enormes de retales con variadas tonalidades, garrotas que no son de este mundo; trajes multicolores oscurecidos por caras cubiertas que los daba aspecto tenebroso, de extraña sonrisa; entes con cuernos y caras tiznadas de negro, cencerros...

Una vez acabada esta siniestra procesión, que bien podría ser en Galicia la de la Santa Compaña, pero, gracias a Dios, representando la tradición y la etnología española, nada más, se procedió a la presentación de grupos en la plaza: Los Diablos, que ejercieron de perfectos anfitriones, y otros  procedentes de  Galicia, el Fulión y Boteiros de Vaina do Bolo (Ourense); Asturias, Sidros y Medies de Valdesotos y Guadalajara: la Vaquilla de Riba de Saelices, la Botarga de Beleña de Botarga de Aleas, la Botarga de Yélamos de Abajo, la Botarga de Fuecemilán; la Botarga de Setiles y la recién recuperada Botarga de Muduex.

Una cena a base de magro en salsa americana con patatas puso fin a la cita con la tradición.

Este evento ha sido posible gracias a la Asociación Cultural Amigos de Luzón, con la colaboración  del Ayuntamiento, Junta de Comunidades, Diputación provincial, Red Cultural de Guadalajara y En un lugar en tu vida.