
La terrible historia de tres guadalajareños en los campos nazis
A Fernando Checa, natural de Olmeda de Cobeta, lo detuvieron en Francia cuando apenas tenía 22 años. Había cruzado los Pirineos como tantos otros republicanos que huían tras la Guerra Civil. Fue deportado al campo de Mauthausen, donde trabajó en la cantera y luego en las cocinas, soportando cinco años de frío, hambre y miedo.
FOTO: PORTAL DE COMUNICACIÓN UAH.ES
El 5 de mayo de 1945, cuando las tropas aliadas liberaron el campo, fue uno de los 17 hombres que lograron sobrevivir de un convoy de 201 prisioneros.
Los datos reflejan la magnitud del horror: 132 guadalajareños de 73 municipios fueron enviados a los campos del Reich entre 1940 y 1945. 88 murieron y 44 sobrevivieron, apenas un 33 % de supervivencia. Los destinos más frecuentes fueron Gusen (75 deportados), Mauthausen (31) y Dachau (10). Los pueblos de Sacedón, Hiendelaencina, Sigüenza, Almoguera, Anguita o Yunquera de Henares figuran entre los que más víctimas aportaron. En muchos casos, familias enteras perdieron a hermanos o primos que partieron al exilio y nunca regresaron.
Homenaje a las mujeres y hombres de Guadalajara que fueron deportados a campos de concentración nazi, coincidiendo con el 80 aniversario de su liberación.
Dentro de esos datos fríos emergen historias individuales que permiten humanizar la tragedia. Bernardino Buendía Gallego, de Sacedón, tenía 30 años cuando fue arrestado en Francia tras la derrota republicana. Terminó en Mauthausen y poco después en el subcampo de Gusen, donde murió el 24 de marzo de 1942. Su nombre quedó reducido a un número, el 9.844, en una ficha amarillenta conservada en los archivos de la Amical de Mauthausen.
Otro caso documentado es el de Pedro Díaz Clemente, nacido en Santa María de Poyos, Guadalajara, el 19 de mayo de 1904. Fue deportado al campo de concentración de Mauthausen el 27 de enero de 1941 con el número de prisionero 5308, y trasladado al subcampo de Gusen poco después, donde recibió el número 10839. Murió trágicamente el 18 de diciembre de 1941 en el castillo de Hartheim, centro de exterminio nazi. Su historia ha sido recuperada gracias al testimonio de su sobrino nieto, Jorge Díaz. (deportados.es)
Sus vidas —Fernando, que regresó; Bernardino y Pedro, que no— representan la de más de un centenar de vecinos de Guadalajara que fueron deportados a los campos de concentración nazis. La mayoría no regresó.
El mapa del horror desde Guadalajara
Nuevas llegadas a Mauthausen (“New arrivals to Mauthausen standing against a wall” ).
El tiempo ha borrado muchos nombres, pero los archivos los han devuelto al presente. Gracias a la investigación impulsada por la Universidad de Alcalá (UAH) y la Amical de Mauthausen, se ha elaborado el primer censo provincial de deportados, recopilando nombres, lugares de nacimiento, fechas de deportación y campos de internamiento. (memoriaguadalajara.es)
Todos compartieron un destino parecido: tras cruzar a Francia al final de la Guerra Civil, fueron internados en campos franceses o alistados en compañías de trabajo. Cuando Alemania invadió el país, quedaron atrapados y fueron capturados como “apátridas españoles”. El régimen franquista había retirado la nacionalidad a los republicanos exiliados, y los nazis los marcaron con un triángulo azul, el distintivo de quienes no tenían patria. Muchos murieron en los primeros meses de internamiento; otros resistieron hasta la liberación.
Prisioneros republicanos españoles trabajando en Mauthausen. Fotografía de 1942. Autor: Archivo histórico de Mauthausen
El proyecto coordinado por la profesora Verónica Sierra, de la UAH, busca “devolver identidad y dignidad a las víctimas”. La Amical de Mauthausen ha documentado más de 800 deportados de Castilla-La Mancha, de los cuales dos tercios murieron en los campos. Cada registro es un pedazo de historia: cartas desde Francia, retratos familiares o simples anotaciones administrativas que hoy reconstruyen vidas truncadas.
Memoria, silencio y justicia
Durante décadas, estas historias quedaron silenciadas. La dictadura no reconoció a los deportados como víctimas; en muchos pueblos, sus nombres se borraron de los padrones. Solo en los últimos años han comenzado a recibir el homenaje que merecen. El 15 de junio de 2025, Guadalajara recordó a sus deportados en el Parque de la Concordia, en el 80º aniversario de la liberación de los campos. Bajo el monolito erigido en su memoria, familiares y vecinos depositaron flores junto a placas con sus nombres, incluidos Bernardino Buendía y Pedro Díaz Clemente.
Paisaje del campo tras liberación / escombros y estructuras del campo. Foto tomada por el fotógrafo estadounidense del Cuerpo de Señales del Ejército de los Estados Unidos, Arnold E. Samuelson, el 7 de mayo de 1945, en el subcampo de Ebensee,
Recordar no es un ejercicio de nostalgia; es una forma de justicia. Ochenta años después, los nombres de los deportados de Guadalajara enseñan lo que ocurre cuando el odio y el silencio sustituyen a la empatía. Como escribió uno de los supervivientes en una carta rescatada del archivo de la Amical:
“No éramos héroes, solo hombres que queríamos volver a casa.”
Y esa casa, por fin, les espera en la memoria de su tierra.
Los 132 prisioneros guadalajareños procedían de 73 municipios distintos. Cada uno de ellos llevaba consigo un pedazo de historia, un sueño truncado, un nombre que la memoria debía rescatar. Sus vidas, sus nombres y apellidos, están hoy recogidos en un archivo que devuelve identidad y humanidad a quienes el horror intentó reducir a números. Este es el enlace donde se pueden consultar todos los deportados de Guadalajara y provincia.