Sábado, 20 de Abril del 2024

Ildefonso Ramírez: “En Guadalajara no hemos llegado ni al 1% de lo que podríamos descubrir”

Redacción
06/05/2021 . 10:01

Ildefonso Ramírez es arqueólogo por la Universidad Autónoma de Madrid. Lleva 25 años trabajando en lo que se llama arqueología de urgencia o arqueología urbana, una rama de esta disciplina que responde a la necesidad de actuar con cierta cautela en obras que pueden afectar al patrimonio arqueológico y arquitectónico. Ahora es director técnico de la empresa Grupo 365 Arqueología, que cuenta con más de 25 trabajadores y que está ubicada en el CEEI de Guadalajara. Desde ahí ha llevado su trabajo por todo el territorio nacional, Irak o República Dominicana, entre otros lugares. Y por supuesto, por Guadalajara, para cuya provincia pide más inversión en proyectos arqueológicos que nos muestren nuestro propio legado.

Hoy en día, cada vez que se inicia una obra en un casco histórico, tiene que entrar un profesional como usted a escena, ¿no?

Sí. Siempre hay primero una delimitación de zona, para ver qué es casco histórico y qué no. Luego, nos pueden llamar tanto para el hueco de un ascensor como para grandes infraestructuras.

¿Desde cuándo se empieza a tener este cuidado por los restos arqueológicos bajo las ciudades?

Empezaría en torno a finales de los 80. El germen de este cuidado del patrimonio urbano nació en Madrid, de los primeros de Europa junto a París. Hoy en día es ya una cuestión masiva, por lo menos en lo que entendemos como primer mundo. Cualquier actuación urbanística cuenta ya con estudios arqueológicos aparejados, y si ya están zonificados en cualquier tipo de actuación sin importar su tamaño.

¿Y cómo se afronta un estudio así, sin saber lo que uno puede encontrar?

Bueno, ya existen muchos procedimientos para poder aventurar lo que tenemos. Por lo general lo que se suele hacer es una búsqueda prácticamente estadística, sondeos en proporción al terreno a explorar. Son incluso cánones que ya marcan las administraciones competentes en materia de arqueología. A partir de ahí se genera un ‘crescendo’ si sale algo, ampliándolo a la totalidad. A partir de ahí, se generarían medidas correctoras o compensatorias para que no afecte al patrimonio arqueológico, dependiendo de su forma y valor.

Tras tantos años de trabajo, le habrá tocado descubrir alguna pieza de la que sienta cierto orgullo.

Realmente el arqueólogo no va buscando piezas, aunque es verdad que al final nos van acompañando durante toda la vida. Por ejemplo, me tocó sacar adelante la excavación del Palacio de Cogolludo, y de ahí saqué una de las piezas más llamativas que puede haber ahora en el Museo de Guadalajara, que es la estatua de mármol del Zenón de Afrodisia. Ahora, cuando vengo con la familia al museo siempre recuerdo aquella fecha. Pero la arqueología lo que de verdad busca es el proceso, el significado de las cosas y su interpretación.

¿Cómo se traduce eso en su trabajo en Guadalajara?

Guadalajara es curioso, porque como ocurre en toda la meseta central, generalmente el resto arqueológico es de menor calidad porque los materiales con los que las comunidades antiguas trabajaban eran hechos en tierra, por lo que el resto es prácticamente imperceptible. Si te vas a áreas como por ejemplo el bajo Guadalquivir, donde encontramos grandes estructuras y ciudades construidas en piedra, es más llamativo a la hora de visitarlo. Pues para los arqueólogos, el significado del resto que encontremos es igual de importante en una zona que en otra.

Uno de sus trabajos en Guadalajara es el del Alcázar Real. ¿Qué nos puede contar de él?

En el Alcázar he trabajado mucho de la mano de la Escuela de Estudios Árabes junto a Julio Navarro Palazón, sobre todo en su entorno, con excavaciones prácticamente hasta el día de hoy. Llevaré unas 30 excavaciones arqueológicas.

¿Qué puede contarnos de búsqueda de la entrada de la media árabe, que estaría por esa zona?

Pues se está todavía trabajando en este tema, y por el momento hasta ahí se puede contar.

De la Puerta de Bramante ya ni hablamos entonces.

Bueno, ya te digo que Puerta de Bramante no. Ese es un término de un elemento que existe y está dentro del Alcázar de Guadalajara, y no tiene nada que ver con la medina. Primero hay que delimitar y constatar el perímetro de la medina y su antigüedad. Aquí tenemos muy claro que el nombre de la ciudad es de origen árabe, Wād al-ḥaŷara, pero no hay grandes referencias de elementos arqueológicos andalusíes. Tienes el puente, pero no hay calles que te recuerden a Marraquech, así que no hay un sustrato arqueológico que muestre que Guadalajara es una ciudad andalusí medieval, que no es ni romana ni un elemento clásico.

Porque la Arriaca romana estaba en lo que hoy es Marchamalo, no en Guadalajara.

Hay que pensar que las configuraciones administrativas actuales no son las de entonces, por lo que decir si era de Marchamalo o Guadalajara es aventurado, porque es anterior a todo eso. Los arqueólogos lo miramos todo con una visión mucho más amplia. Es verdad que Arriaca se encuentra actualmente en estos dos términos municipales, siendo la Arriaca romana en término marchamalero. Pero según quien más ha trabajado en esto que es Juan Manuel Abascal Palazón, el nombre Arriaca es prelatino, y el yacimiento de la Arriaca anterior a los romanos se encuentra en Guadalajara. Ahora, si pensamos en todo lo que era el territorio arriacense, seguro que hay algún municipio más afectado.

Entonces si aquella Arriaca romana estaba en Marchamalo y Caraca en Driebes, ¿se podría decir que los de Guadalajara no son ni arriacenses ni caracenses?

La cuestión está en esos cambios de distrito. Hay que pensar que Caraca era una ciudad con título propio, ‘civitas’, pero Arriaca no era una ‘civitas’, era una ‘mansio’, una cosa mucho más discreta. Como ‘mansio’, Arriaca dependía de la ‘civitas’ de Complutum (Alcalá de Henares), así que los de Guadalajara éramos en todo caso complutenses. Ese era el territorio, la diócesis o espacio provincial de Complutum, del que nosotros éramos. Pero con la salvedad de que cuando todo esto acaba y llega la Edad Media se sigue manteniendo esa disposición territorial en el mundo visigodo, y cuando llegan los árabes mantienen la provincia pero cambia la capitalidad de la misma a Guadalajara. Así llegamos a finales del siglo IX, con una provincia que tiene unos límites que por el norte es Antiza (Atienza) y por el sur Mairit (Madrid), que por entonces era una aldea que pertenecía a Guadalajara.

Volviendo a la ciudad. ¿Queda mucho por descubrir y recuperar?

Queda todo. Se han hecho muchas actuaciones, pero estoy seguro de que no llegamos ni al 1% de lo que se podría descubrir. Estamos muy cerca de Madrid y eso genera, por ejemplo, que no tengamos universidades propias que generen centros de investigación arqueológica propios, porque no los podemos mantener. No sólo la capital, sino toda la provincia, que es una de las provincias con menos investigación que puede haber en este país. Una consecuencia más de la España Vaciada. Sólo hay que pensar en Caraca, donde el pobre equipo que trabaja allí está recibiendo 15.000, 20.000 ó 30.000 euros al año. Que echen cuentas a dónde les puede llevar ese dinero. Y un yacimiento así sería para meterle mucha inversión, porque se lo merece. Pasa lo mismo en Soria o Teruel.

Se nota que es una cuestión que le importa.

Es que le tengo mucho apego a la provincia, porque soy de aquí. Te puedo contar como anécdota, por ejemplo, que mi pediatra era Ricardo Sanz, que se convirtió en baluarte de que Cristóbal Colón era alcarreño. Estuviera de acuerdo o no, siempre leí todo lo que se escribía del tema, por lo que estaba al tanto del debate del escudo de los Colón. Desde hace diez años trabajo en República Dominicana, uno de los dos países que conforma la isla de La Española, que es donde llega Cristóbal Colón tanto en su primer como en su segundo viaje. En el segundo viaje funda las primeras ciudades americanas, primero La Isabela y luego Santo Domingo. Así llego a hace unos tres años, cuando en una de las valoraciones de edificios veo un arco sobre el que hay un escudo muy desgastado, que todo el mundo había visto y nadie sabía de quién era. Pues gracias a ser de Guadalajara y de esos debates de los que hablaba pude descubrir que se trataba del escudo de la familia Colón. El único que se conoce original de las armas primigenias.

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