Hiendelaencina, una mina de cultura y naturaleza
Corría el año 1844 cuando se abrió la primera mina en Hiendelaencina, una población que para entonces tenía unos 133 habitantes. En los momentos previos a su explotación industrial, debido a lo rico y superficial del filón, se decía que los pastores de la zona, aun viviendo en la miseria, apedreaban a sus ganados con plata.
Así, durante la segunda mitad del XIX, se multiplicaron los pozos mineros que se extendieron también por los vecinos términos de Congostrina o La Bodera. Para finales de aquel siglo, Hiendelaencina llegó a albergar casi 5.000 almas, y se había convertido en un motor económico de primer orden. Las minas y las fábricas para el beneficio de mineral de plata eran como pequeños pueblos, y algunas, como la fábrica de La Constante, en Gascueña de Bornova, contaban con hospital, teatro, una escuela, varios comercios e, incluso, un casino.
Sin embargo, tras más de 140 años de trabajo y unas 500 toneladas de mineral extraído, en 1985, la gallina de los huevos de oro de la Sierra Norte se agotó y clausuró la última de las minas que ya operaba bajo mínimos, la mina San Carlos.
Desde entonces, el abandono de las instalaciones y el éxodo rural acabaron mermando sobremanera el territorio. No obstante, todo ese patrimonio cultural heredado, junto al entorno natural y geológico en el que se encuentra, hacen de Hiendelaencina un lugar privilegiado para el disfrute de propios y extraños. Además, unos recientes itinerarios balizados acompañan a los visitantes por el núcleo urbano y las inmediaciones del pueblo.
Gracias a la iniciativa local, que ha recibido también el impulso de ADEL Sierra Norte, allí también se puede visitar el museo minero de la localidad, que consta de dos plantas y unos 90 metros cuadrados, y que sirve como homenaje y recuerdo a lo que un día se consideró como “el país de la plata”. Este trabajado centro de interpretación cuenta con documentos y maquetas que explican de una manera didáctica la labor que llevó a este pequeño municipio de la Sierra Norte de Guadalajara a ser el epicentro de explotación argentífera de Europa.
Situado a los pies de la sierra del Alto Rey y a escasos metros del curso del río Bornova, el pueblo de Hiendelaencina puede presumir de naturaleza y vida apacible. A todo ello se le suma la cercanía del hayedo más meridional de Europa, el de la Tejera Negra, así como la presencia constante de ejemplos de románico rural en las inmediaciones. Todos estos argumentos hacen de la zona un destino cultural y natural de primera categoría porque, afortunadamente, la riqueza no se acaba con la plata.