Luis Monje Arenas es uno de esos alcarreños de los que hay que presumir. Biólogo de primera formación, se ‘enamoró’ de la fotografía científica en cuanto la conoció. Desde entonces se ha convertido en uno de los principales expertos y divulgadores del mundo hispano en esta disciplina. Profesor universitario, ha publicado más de 18 libros, a los que se unen decenas de artículos en revistas y periódicos y otras tantas exposiciones de su obra. Ha viajado y fotografiado por medio mundo, pero en su objetivo siempre ha tenido un sitio para su amada Guadalajara. Sigue viajando, estudiando y difundiendo la fotografía científica, recabando vivencias para unas memorias que, cuando sean escritas, seguro que sorprenden y maravillan al lector.

Empezando por el principio, ¿cómo definiría qué es la fotografía científica?

Digamos que una importantísima herramienta de apoyo a la investigación. En esencia, comprende un conjunto de técnicas fotográficas que se encargan de aportar información valiosa, en forma de imágenes, para todas las ramas de la Ciencia, la Industria y la Educación. Parte de estas técnicas se emplean para capturar e ilustrar todo lo que el ojo humano puede ver y, el resto, en registrar los fenómenos invisibles.

¿Qué es lo que le ‘enamoró’ de ella?

Posiblemente la capacidad de ver lo invisible y, siendo pionero en España en técnicas como el súper macro de apilamiento y la fotografía infrarroja y ultravioleta digital, el orgullo de ser el primer español que contemplaba, por ejemplo, los colores y dibujos invisibles de las flores. No imaginas la ilusión que hace el que tus ojos sean los primeros que ven algo desconocido.

¿Hay alguna de sus diferentes disciplinas que le interese por encima de las demás?

Ahora, como presidente de la Asociación Española de Imagen Científica y Forense estoy un poco más volcado en el estudio y autentificación forense de las fotografías de teléfonos móviles y, como afición, en filmar en alta velocidad la rotura de las láminas de Newton de las pompas, que seguro que me lleva a algo interesante o que pueda aplicar en un futuro.

Se ha formado mucho hasta convertirse en un profesor de referencia y en uno de los divulgadores más reconocidos del mundo hispano. ¿Qué destacaría de este aspecto de su carrera?

Estoy especialmente satisfecho de haber logrado que un oficio como la fotografía, pase a tener rango universitario gracias el Posgrado Internacional en Imagen Científica que dirijo en la Universidad de Alcalá. De haber sido pionero en nuestro país de algunas técnicas especiales y sobre todo de haber aglutinado y formado tantos especialistas de tantas ramas para darle a la fotografía científica una visibilidad que jamás había tenido en el mundo hispano. Saber que todas estas cosas las he logrado, sin apenas ayuda y en una época de mi vida en la que no oía absolutamente nada, me parece ahora increíble.

También ha publicado 18 libros, por no hablar de las decenas de artículos en periódicos y revistas. Si a esto sumamos las exposiciones que ha protagonizado su obra, hablamos de un legado muy importante.

Siempre he pensado que si una profesión te da de comer, es tu deber ennoblecerla y devolverle lo que ella ha hecho por ti, y creo que es algo que estoy logrando tras 34 años dedicados a estudiar y difundir la imagen científica. Mi legado espero que sea el tratado de fotografía científica que estoy editando, junto con otros autores, que espero que vea la luz el año que viene con el patrocinio de la Universidad de Alcalá. Será el primero en habla hispana que se publica en más de 40 años.

Su labor, después de tanto tiempo, le ha llevado por medio mundo. ¿Qué le han aportado sus viajes como profesional y como persona?

He tenido la suerte de recorrer casi 80 países de los cinco continentes, incluidos los círculos polares ártico y antártico y viajar para mi es como cambiarle la ropa a mi alma. Como geobotánico aprendo muchísimo de mis compañeros de expediciones y como persona sacio mi sed de aventuras. Viajar me ha convertido en un experto en planificación de rutas, manejo de mapas y cartografía y conducción todoterreno. Preparando un viaje o una expedición disfruto casi tanto como haciéndolas y a la vuelta, revelar y geoposicionar todas las fotos, hace que disfrutes del viaje de nuevo, pero sin sufrir ya los rigores de los hielos o las sofocantes temperaturas de las selvas tropicales. Viajar es algo que casi ha estado a punto de costarme la vida en dos ocasiones, pero las vivencias que acumulas son las que justifican tu existencia.

Y poco a poco fueron llegando los premios y los reconocimientos. ¿Hay alguno que le haga una ilusión especial?

Posiblemente fuese el Premio de Investigación de Castilla-La Mancha 1987. Con veintitantos años uno no se lo esperaba y menos sabiendo la cantidad de profesores y catedráticos que se presentaban ya que, en aquellos años, era uno de los mejores dotados de España con 1 millón de pesetas y la edición de la obra.

¿Ha fotografiado mucho a Guadalajara? ¿Qué es lo que más le gusta de la provincia?

Estuve cuatro o cinco años dedicado a fotografiar los paisajes de Guadalajara y a tratar de localizar cañones y cascadas olvidadas o desconocidas. Fueron unos años maravillosos de los que guardo miles de fotos y una buena colección de mapas del Ejército con posibles rutas marcadas. Mis sitios preferidos eran la Sierra Norte, especialmente las montañas situadas al NW de la Vereda y el Alto Tajo, en concreto toda la red de cañones que surcan uno de los altiplanos más desiertos y desconocidos de España: el triángulo que hay al sur de Peralejos hasta los límites de Teruel y Cuenca.

¿Qué nuevos proyectos tiene usted de cara al futuro?

Seguir viajando mientras el cuerpo aguante esas palizas y aventuras y continuar estudiando y difundiendo la fotografía científica mediante cursos, libros y conferencias. Y, puede que algún día, sentarme a escribir mis memorias con todo lo que he visto y vivido.