Lunes, 13 de Octubre del 2025

Este retablo de un pueblo de Albacete fue hecho en otro de Guadalajara

F.C.V
13/10/2025 . 06:44

Hay iglesias que sorprenden no solo por su devoción, sino también por el lugar donde nacieron sus retablos. En un pequeño pueblo del sureste español, los fieles se sientan cada domingo frente a un altar dorado que parece recién salido del siglo XVII: columnas talladas, hornacinas, santos policromados, ángeles que sostienen la luz del templo. Pero pocos de ellos saben que su origen no está allí, sino a más de 200 kilómetros, en el corazón de Guadalajara.

La historia de este retablo comienza en Horche, un pueblo que mira al valle del Tajuña, entre los ríos Ungría y Matayeguas, que es conocido por sus bodegas tradicionales, sus vinos y su miel de la Alcarria. Entre esos paisajes se encuentra el taller Arte Martínez, uno de los nombres más reconocidos de España en la creación de retablos, mobiliario litúrgico e imaginería religiosa. Desde 1942, sus manos han llevado la tradición castellana a medio mundo: desde parroquias rurales hasta catedrales, desde ermitas escondidas en la sierra hasta templos del otro lado del Atlántico.

Fue precisamente uno de esos encargos el que acabó cruzando provincias y caminos hasta llegar a la ribera de un río que serpentea entre cañones. En este pueblo albacetense, famoso por su belleza y por sus casas colgadas sobre el agua, el taller horchano levantó un retablo mayor dorado que hoy deslumbra a vecinos y visitantes. La pieza, hecha completamente en madera tallada y dorada al oro fino, sigue el estilo clásico que caracteriza a la firma: equilibrio, armonía y respeto por la tradición, sin renunciar a una ejecución moderna y precisa.

Cada detalle —desde los capiteles corintios hasta las molduras que enmarcan las imágenes de los santos— lleva la huella de ese saber que ha convertido a Arte Martínez en un referente del arte sacro español. En su taller, los artesanos combinan técnicas centenarias con herramientas de vanguardia, manteniendo vivo un oficio que ha resistido la mecanización y los tiempos difíciles. Por eso, cada vez que una parroquia estrena un retablo suyo, no solo se estrena un altar: se exporta un trozo de Guadalajara.

El resultado puede verse hoy en la iglesia de San Andrés de Alcalá del Júcar (Albacete), donde este retablo brilla bajo las bóvedas blancas del templo, testimonio tangible de un vínculo silencioso entre dos pueblos: uno, el que reza; otro, el que crea. Ambos unidos por una misma fe… y por un arte que sigue naciendo, pieza a pieza, en los talleres de Horche.

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