Domingo, 28 de Abril del 2024

Caminamos hacia la Pascua

Atilano Rodríguez
05/03/2017 . 13:17

La incapacidad para reconocer a Dios como valor absoluto y como fundamento de la existencia conduce inexorablemente al relativismo y al subjetivismo.

La Iglesia nos propone cada año el tiempo litúrgico de Cuaresma para que, por medio de la conversión a Dios y a los hermanos, podamos celebrar con alegría desbordante la victoria pascual de Jesucristo sobre el poder del pecado y de la muerte.
    Los cristianos hemos de recorrer este caminocuaresmal con la certeza de que Jesús, resucitado de entre los muertos, camina con nosotros y nos acompaña como el amigo fiel que nunca olvida ni abandona. Incluso cuando pecamos y nos alejamos de Él, espera paciente que volvamos a la casa paterna para ofrecernos su perdón.
    Este itinerario de conversión pasa siempre por la revisión de nuestros criterios, sentimientos y actitudes a la luz de la Palabra de Dios. Si no dejamos que la Palabra nos juzgue y nos descubra la voluntad de Dios, con el paso del tiempo podemos conformarnos con una vida cristiana mediocre y rutinaria, renunciando así a la santidad de vida.
    Para avanzar en el camino de la santidad y para no dejarnos guiar por los criterios mundanos, es preciso que repensemos frecuentemente la vida de oración. Por medio de la oración podremos ahondar en el querer de Dios y en nuestra condición de hijos suyos para progresar en el seguimiento y para encontrar la respuesta adecuada a las insinuaciones del tentador.
    En una sociedad, en la que muchos hermanos no sienten la necesidad de Dios o viven como si Dios no existiese, todos corremos el riesgo de acostumbrarnos a vivir la fe y de olvidar las necesidades de nuestros semejantes sin tener en cuenta que somos responsables de sus vidas.
    Esta incapacidad para reconocer a Dios como valor absoluto y como fundamento de la existencia conduce inexorablemente al relativismo y al subjetivismo. Cuando esto sucede,la concepción de la vida, la valoración de la persona y el análisis de los comportamientos sociales ya no se sustentan en las enseñanzas evangélicas ni en la dignidad de cada ser humano, sino en los propios gustos y caprichos.
    Por otra parte, como el verdadero sentido de la vida depende de la aceptación y del reconocimiento de Dios, pues sólo Él puede colmar de sentido la vida humana y ofrecernos la salvación de nuestras limitaciones y pecados, quienes se cierran a la Palabra de Dios no podrán alcanzar nunca el verdadero sentido de la existencia ni podrán confiar en nadie más allá de la muerte.
    En ocasiones, dentro de la Iglesia, nos aferramos de tal forma a nuestras verdades que no admitimos la luz de Dios ni los razonamientos de los demás para orientar responsablemente nuestras acciones. Por eso, el tiempo cuaresmal nos invita a una experiencia renovada del amor de Dios, que se nos ha dado en Cristo y que nosotros hemos de ofrecer a nuestro prójimo, especialmente al que sufre y al necesitado. Sólo así podremos participar plenamente de la alegría de la Pascua.
 

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