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Buendía despierta: La historia del embalse cuyo puente une memorias y orillas
En la quietud de la mañana, el embalse de Buendía refleja un cielo despejado y un caudal renovado: 855,42 hectómetros cúbicos, según los últimos datos, tras sumar 34,57 en una semana. Este renacer hídrico, entre las provincias de Cuenca y Guadalajara, no solo devuelve al pantano su antiguo vigor, sino que reaviva las historias de quienes han vivido a la sombra de sus aguas. Las lluvias recientes han traído más que agua; han destapado recuerdos de lucha, ingenio y una comunidad que, frente a la división impuesta por el embalse, supo tejer puentes, literales y figurados.
Un paisaje transformado por el agua
Corría 1958 cuando la presa de Buendía, una mole de 78,10 metros de altura, se alzó para cambiar el destino del río Guadiela y sus afluentes. Con una capacidad que hoy alcanza los 1.705 hectómetros cúbicos y una superficie de 8.194 hectáreas, el embalse cubrió vegas fértiles, sumergió aldeas como Santa María de Poyos y los Baños de La Isabela, y rozó las ruinas romanas de Ercávica. Junto a Entrepeñas, Zorita, Bolarque y Almoguera, Buendía forma parte del "Mar de Castilla", un hito que en su día fue celebrado como la mayor reserva artificial de agua en Europa. Pero este progreso tuvo un costo: la carretera nacional 320, que unía Guadalajara con Cuenca, quedó sepultada bajo las aguas, partiendo en dos una comarca unida por lazos familiares y comerciales.
En aquellos años, la solución llegó en forma de un ferry, una embarcación de 130 toneladas que, desde 1965, cruzaba el embalse conectando Alcocer y Alcohujate. Construido por los Astilleros del Cadagua y ensamblado en un astillero improvisado a orillas del pantano, este "puente flotante" era más que un medio de transporte: era la esperanza de mantener vivos los vínculos entre dos orillas separadas por nueve kilómetros en línea recta, pero que, sin el ferry, exigían un rodeo de casi setenta. "Era como vivir en una isla", recuerda María, una vecina de Alcocer que, siendo niña, tomaba el ferry para visitar a sus abuelos en Alcohujate. "Subías con el corazón en un puño, pero también con la ilusión de cruzar el agua".
El ferry de Buendía, un símbolo de ingenio y paciencia (Astilleros del Cadagua)
El ferry: un cordón umbilical entre orillas
El ferry, con su diseño de doble proa y sus cuatro motores, transportaba desde tractores hasta autobuses, aunque no sin limitaciones. Su horario, de nueve de la mañana a seis de la tarde, y su capacidad, que a veces dejaba en tierra a los vehículos más grandes, eran un recordatorio constante de la fractura impuesta por el embalse. Las voces de los vecinos, cansados de la espera y el aislamiento, se alzaron con fuerza. "No era solo la incomodidad", cuenta José, un agricultor jubilado de la zona. "Era sentir que tu pueblo estaba más lejos de lo que el mapa decía".
La paciencia de la comarca tuvo su recompensa. En 1974, tras años de protestas, el Ministerio de Obras Públicas aprobó la construcción de un viaducto, una obra que, con un presupuesto de 79 millones de pesetas, prometía cerrar la brecha. El puente, diseñado por Estudioaia.com, no solo unió Alcocer y Alcohujate, sino que se convirtió en un símbolo de reconciliación con el paisaje. Con su arco metálico de 162 metros, inspirado en la ingeniería del siglo XIX pero con un toque moderno, el viaducto parece fundirse con el entorno. "No queríamos solo conectar dos puntos, sino respetar la belleza de este lugar", explican desde el estudio. En los años setenta, el ferry quedó atrás, varado en una orilla, mientras el puente devolvía a la comarca la sensación de unidad.
El viaducto de Buendía, un arco que une más que orillas.
Las cicatrices del trasvase
Pero no todo es celebración en Buendía. El embalse, pilar del trasvase Tajo-Segura, ha sido durante décadas motivo de controversia. En 2014, una imagen compartida por la plataforma Río Tajo Vivo mostraba un pantano casi seco, con el puente de Alcohujate emergiendo sobre un lecho de lodo. "Esto no es un embalse, es una herida", escribía un vecino en redes sociales, resumiendo el sentir de una región que ve cómo sus aguas se desvían mientras sus tierras se resienten. Hoy, con el embalse recuperando su nivel tras 28 años, la estampa es de esperanza, pero la memoria de aquellos años de escasez sigue viva.
Imagen de Buendía mostrando el cauce del Guadiela, un reflejo de la "sangría" del trasvase.
Un futuro que mira al pasado
Hoy, en mayo de 2025, el embalse de Buendía brilla bajo el sol, como si quisiera contar su historia. Las aguas que un día separaron pueblos hoy reflejan un cielo generoso y la lucha de una comunidad que no se rindió. El ferry, el viaducto, las protestas y las sequías son capítulos de un relato que no termina, porque Buendía no es solo un embalse: es el latido de una tierra que, entre divisiones y reencuentros, sigue escribiendo su futuro.
María, ahora abuela, pasea por el viaducto con su nieta y señala el agua. "Mira, aquí cruzábamos en barco", le dice, y la niña ríe, incrédula. En sus palabras, en las fotos desvaídas del ferry y en el arco del puente, vive la memoria de Buendía, un lugar donde el agua no solo refleja el cielo, sino también el alma de su gente.
Fuentes: Embalses.net, archivo de Nueva Alcarria (1975), puentedemando.com, Río Tajo Vivo, Estudioaia.com