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Se acelera el proceso para que la niña de Sigüenza viva con su padre
“Separarla de su familia sería un daño irreparable”, repite una y otra vez Sara Cabra, la tía de la niña de cuatro años que desde 2023 vive en Sigüenza con su abuelo, su hermano mayor y sus tías tras la muerte de su madre. El proceso judicial para decidir la custodia ha entrado en una fase crítica, marcada por los informes técnicos que avalan la capacidad del progenitor para asumir el cuidado y por la convicción férrea de la familia materna de que un traslado supondría un golpe devastador para la menor.
El Juzgado de Sigüenza paralizó en julio, de forma cautelar, la entrega inmediata al progenitor. Desde entonces, el padre ha mantenido un régimen de visitas progresivo que, en opinión de la familia, ha puesto de manifiesto su falta de implicación real en el día a día de su hija. Cabra enumera ejemplos concretos: apenas siete encuentros que suman 12 horas en total, ausencia de pernoctas, falta de interés del progenitor por todo lo que rodea a su actividad escolar y didáctica, ningún libro comprado, un solo mes de manutención abonado, ausencia de llamadas y episodios que alteraron sus rutinas. “Ella ni quiere irse, ni está preparada, ni hay voluntad real por parte de él para implicarse”, insiste.
La tía asegura que el progenitor llevó a la menor a un bar a las tres de la tarde, interrumpiendo la comida y la siesta que forman parte de sus rutinas. También sostiene que en otra visita la pequeña lloró desconsoladamente y que solo pudo calmarse cuando ella misma permaneció junto a la puerta del aula para que la niña se sintiera segura. “No son anécdotas, son señales”, subraya.
El informe Psicológico Forense que se hizo el hermano mayor, el tutor de la niña, señala que “se observa un vínculo saludable y protector, compatible con un modelo de crianza positiva”. Este, prosigue, “presenta plena capacidad psicológica y emocional para ejercer la custodia de su hermana de cuatro años”. Advierte de que un cambio brusco de entorno podría generar en la niña confusión, inseguridad emocional y problemas de conducta. El mismo informe psicológico forense remarca que la separación de su hermano será difícil y que la menor “podría mostrarse reacia a conferir o vincularse emocionalmente” con una nueva figura de cuidado.
Por ello, los peritos plantean que cualquier transición hacia la custodia paterna se haga de manera progresiva, con “fines de semana completos y estancias graduales, y siempre bajo supervisión”, para consolidar el vínculo sin romper de golpe la rutina. Una propuesta que, para la familia materna, confirma la imposibilidad de un traslado inmediato. “El único conflicto es el de arrancarla de lo que conoce como su hogar”, replica Cabra, que rechaza las observaciones técnicas del informe de Intervención Social (fechado el 16 de septiembre de 2025) que señala que la familia obstaculiza el proceso o provoca un “conflicto de lealtades”.
Los informes introducen así una doble lectura: validan la capacidad del progenitor, pero también subrayan los riesgos que tendría para la menor un desarraigo repentino. En ese contraste se asienta la defensa de la tía, convencida de que lo verdaderamente irreparable sería separar a la niña de su hermano y de la familia que la ha cuidado desde la muerte de su madre.
La niña ha crecido en un entorno estable con rutinas, colegio, cuidados y vínculos afectivos, entiende la tía. “Separarla de su hermano y de su familia sería un daño irreparable”, insiste Cabra, convencida de que el interés superior de la menor solo puede garantizarse manteniéndola donde ya ha encontrado seguridad y afecto.
Ahora el juzgado deberá ponderar entre informes y testimonios, entre valoraciones técnicas y vivencias cotidianas, cuál es la decisión que mejor protege a la menor. Mientras tanto, la familia materna sostiene su postura con la certeza íntima de que la niña ya tiene un hogar y un arraigo que no deberían quebrarse.