
50 años sin dictadores
Artículo de Sonia Jodra, Doctora en Periodismo y autora del libro ‘Historia de la prensa en Guadalajara. 1975/2012’ y profesora de Formación Profesional. Fotografía de Jesús Ropero del traslado de la estatua de Franco en 1985, publicada en el libro “Homenaje a la Constitución Española (1978-2003). 25 años de periodismo en Guadalajara”.
7.399 represaliados, 1.391 víctimas mortales -822 ejecutados con sentencia, 238 muertos en prisión, 89 muertos en campos de concentración nazis y 97 muertos en acciones extrajudiciales-. Es el balance en Guadalajara de la dictadura de Francisco Franco, de cuya muerte se conmemoran ahora 50 años. Medio siglo desde que comenzó a abrirse el camino hacia la democracia que ahora se nos desmorona. Las cifras recogidas por Xulio y Pedro A. García Bilbao (Foro por la Memoria de Guadalajara) sirven para quitar la capa de azúcar al sangriento régimen dictatorial que vivió nuestro país durante casi 40 años y contra el que lucharon obreros, sindicalistas, maestros, mujeres, campesinos, alcaldes y concejales. Muchos dieron hasta su vida en esa lucha y otros pagaron un alto precio en forma de depuraciones, años de prisión, exilio o hambre.
En España, también en Guadalajara, durante el Franquismo se vivía con miedo. Miedo a ser molesto para los franquistas que dirigían el país y cuya acción represora no concluyó en los primeros años de la posguerra, sino que se prolongó hasta el final del régimen, que no llegaría hasta la aprobación de la Constitución en 1978.
Llama la atención por ello que, actualmente, sean numerosos los jóvenes que manifiestan abiertamente sentirse franquistas, consideran que la dictadura es un sistema con el que se sienten más identificados que con la democracia y lucen con orgullo el escudo preconstitucional en pulseras, banderas y camisetas.
Los años 60 en nuestra provincia fueron años de industrialización, en los que grandes fábricas se instalaron en los polígonos industriales de Azuqueca y Guadalajara, impulsados por el plan gubernamental de descongestión de Madrid puesto en marcha por el régimen en 1953 y que concluía con la designación de Guadalajara para tal fin en 1959. Vicasa, Tudor, Duraval, Plaza, Interclisa, Bressel… centenares de familias llegaron desde los pueblos de Guadalajara, desde Extremadura o Andalucía para trabajar en estas empresas. Como señala Aida Dos Santos en “Hijas del hormigón”, no hay barrio o ciudad obrera que no tenga una Casa de Andalucía, un Hogar Extremeño, un Bar Segoviano o un Asturiano en sus calles. Guadalajara y Azuqueca son claros ejemplos de ello. En aquellos años las familias migrantes que se movían de una región a otra de nuestro país convivían en los bloques de ladrillo, en un ejemplo de coexistencia que alentó los movimientos vecinales que tan buenos resultados produjeron en forma de mejoras urbanísticas, apertura de centros escolares, mejoras en saneamiento, pavimentación, alumbrado y centros de salud.
El espíritu de movilización vecinal, la actividad sindical en las empresas o el compromiso político nunca fueron sencillos con la Dictadura. Y quien diga lo contrario, miente. Cuenta Pedro Aguilar en su artículo sobre la Transición en Guadalajara, cómo los sindicalistas de Guadalajara vinculados al Partido Comunista escondían la máquina impresora “vietnamita” en una cueva de la zona del Sotillo. Si imprimir panfletos reivindicativos requería de tanta cautela, qué pensar de otras actividades más expuestas en aquella Guadalajara franquista en la que el sindicalismo dejó a tantos sin trabajo.
Francisco Palero, primer secretario del PCE en Guadalajara, fue despedido de Duraval en aquellos años por incómodo, por reivindicativo, por sindicalista, por no representar el perfil de trabajador que el Franquismo quería impulsar en su apertura al mundo.
Su resumen del Franquismo es ilustrativo: “aun siendo cierto que las políticas de los tecnócratas aplicadas en los años 60 nos habían acercado a la entonces denominada CEE, no era menos cierto que en lo cultural, en las vivencias más íntimas de los hombres y mujeres de esta España nuestra, estábamos sumidos en el pozo negro de la historia por empeño personal del dictador: y casi lo consigue al practicar e impulsar una de las más sangrientas etapas de nuestra historia, aplicando una venganza siempre injustificada, pues aun reconociendo, como señalaba Azaña en sus escritos, que en la República se cometieron desmanes, nada semejante a los protagonizados por el dictador y la saña de su actuación contra el vencido, que fue ley hasta su muerte”.
Imagen perteneciente a la Hemeroteca de ABC.
El último gran acto como jefe de Estado de Franco fue negar el indulto en septiembre de 1975 a cinco condenados que, por supuesto, fueron fusilados.
Nunca hubo un atisbo de piedad o humanidad en el dictador al que ahora reclaman algunos en verbenas y fiestas juveniles, como adalid del régimen que añoran y que nunca conocieron. Como docente, admito que algo hemos hecho mal en las aulas.
Tal vez ponerle a la Dictadura esa capa de azúcar de la que antes hablaba, no querer hablar de muertos en las cunetas o no explicar cómo oprimía el Patronato de Protección a la Mujer a las que osaban soñar con ser libres.
Considero que los hijos de aquellos obreros y sindicalistas que como mi padre pasaron una Navidad haciendo huelga en la fábrica de Azuqueca, parando trenes y quemando ruedas a sabiendas de que se jugaban el pan con el que alimentarnos, hemos sido buenos hijos de clase trabajadora, pero malos padres y madres de clase trabajadora. Tal vez el creernos “clase media”, el considerar que los derechos alcanzados por los que nos precedieron ya eran para siempre, el no sentir la necesidad de defender nuestro centro de salud en el barrio con personal suficiente y no darnos cuenta de que a nuestros hijos se les estaba negando su derecho a una vivienda digna nos ha impedido ejercer como lo que somos, “hijas del hormigón”, incapaces de frenar esta ola de ensalzamiento del franquismo, ese régimen que hizo que Guadalajara fuera una provincia triste, sumisa y muerta de miedo.
A tiempo estamos de despertar y quitarle la capa de azúcar glasé a esa dictadura patriarcal, empeñada en promover la ignorancia de la gente y aplastar todo aquel movimiento cultural y social que ayudara a pensar y a luchar por un futuro mejor.
La democracia es un sistema imperfecto, qué duda cabe, máxime cuando algunos sinvergüenzas se empeñan en impulsar la desafección ciudadana por la política con sus comportamientos de puteros y ladrones.
Pero la democracia es un sistema que reconoce los derechos y libertades de las personas y que en los últimos años ha permitido que, en España, colectivos como las mujeres, los migrantes, las personas LGTBI, las que desean una muerte digna o las dependientes hayan logrado iniciar el camino hacia espacios de igualdad en los que nuestra sociedad es mejor. Es momento de defender la democracia.
BIOGRAFÍA
Sonia Jodra ha desarrollado una carrera marcada por la comunicación y la enseñanza. Comenzó en Ediciones y Publicaciones Guadalajara 2000, donde trabajó cinco años como redactora y puso en marcha proyectos como Colegio 2000 o La Colmena. En 2003 se incorporó al diario Nueva Alcarria, primero como redactora de información local y después como redactora jefe. En 2007 fue nombrada subdirectora editorial, cargo que ocupó hasta 2012, con responsabilidad en contenidos y coordinación de equipos.
En paralelo a su labor periodística, trabajó como asesora de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en la Delegación Provincial de Guadalajara (2010-2011), donde se ocupó de protocolo, relaciones institucionales y comunicación. Posteriormente impulsó la empresa Diretes Comunicación, dedicada a proyectos innovadores para entidades del Corredor del Henares.
Entre 2015 y 2020 ejerció como jefa de Gabinete y Comunicación del Ayuntamiento de Azuqueca de Henares, antes de dar el salto a la docencia. Desde 2020 es profesora técnica de Artes Gráficas en el IES Carmen Burgos de Seguí de Alovera, centro en el que también dirigió el departamento de esta familia profesional. En 2022 pasó a integrar la Comisión de Evaluación de Competencias Profesionales Acredita en Castilla-La Mancha y, desde 2023, es coordinadora regional de la familia profesional de Artes Gráficas en la Consejería de Educación, Cultura y Deportes.